lunes, febrero 20, 2006

El gober precioso

…el patético precioso gober patalea en arenas movedizas cual bestia asustada en un problema que él mismo provocó…

Un nauseabundo espectáculo que México debió haber dejado atrás hace décadas es el que Mario “el precioso” Marín, gobernador de Puebla, está empeñado en continuar. Sin darse cuenta que a cada torpe movimiento sigue un mayor hundimiento de su indefendible figura, de su gobierno y de su partido, el gober no ha escatimado en artimañas vetustas y de mala hechura para intentar salvar una inexistente dignidad.

Al papelón que hizo en las entrevistas con Joaquín López-Dóriga y Carlos Loret de Mola respondió con agravios a los entrevistadores con los que él accedió a reunirse; a las muestras de desprecio de la sociedad respondió organizado una marcha llena de burócratas acarreados, una práctica que cuando menos nos recuerda tres décadas atrás del PRI; a la comprobación que él solicitó sobre la veracidad de su voz, contestó huyendo de la prensa y azuzando a sus uestes a agredir a los reporteros (La Jornada, 20 de febrero, 2006). ¿Qué sigue?

El patético precioso gober patalea en arenas movedizas cual bestia asustada en un problema que él mismo provocó por acceder a un burdo tráfico de influencias que no tiene otro origen que las importantes –y comprometedoras- aportaciones financieras del también despreciable Kamel Nacif.

La posición del gober es insostenible ya. A cada demanda que vocifera llega una contundente respuesta que lo echa para atrás. Pidió que el “pueblo soberano” lo removiera de su cargo y si bien esa posibilidad no existe en nuestro aún antidemocrático sistema político, por la vía que sí existe y que es la esfera de la opinión pública vía encuestas, su mismo pueblo le ha retirado su confianza como lo demostró el estudio de este lunes dado a conocer por Consulta Mitofsky.

En tanto, en el otro frente, la desangelada campaña priísta recibió una cacerolazo de mole poblano del que no se puede desmarcar fácilmente, no sin parecer hipócrita, falso y poco convincente, porque Mario Marín es un producto del PRI en su máxima expresión, “el precioso” actúa como lo educó esa escuela tricolor para la que la impunidad era una condición a priori desde la que se podía enfilar la venganza y la represión (a modo y por pedido) contra quien resultar incómodo.

Los dichos de Lydia Caho podrían o no ser ciertos, pero de ninguna manera cabe que queden sujetos a la acción discrecional de la “autoridad” a cambio de un par de botellas de cognac y un rosario de piropos (“eres mi héroe, chingo’”).

Marín, en vejestorio de décadas que cree (sólo él podría) que todo se reduce a un ataque de “fuerzas oscuras”, que podrá salir adelante sólo por los “viejitos que tanto lo necesitan”, que Puebla es un espacio aparte donde amedrentando a los reporteros logrará que el resto del país no se entere de sus torpezas y que llamando a “la Puebla revolucionaria” logrará acallar los reclamos por su dimisión que van acompañadas de notorias muestras de asco por su presencia.

A Marín sólo le queda renunciar antes de que desde el Congreso lo renuncien. Del momento de su ineludible decisión dependerá que siga arrastrando a si partido por el desfiladero, o que pronto pueda superar este escándalo para tomar aire antes del que viene, porque rodeados de finísimas figuras como él es sólo cuestión de tiempo.

alfredo.diaz.f@gmail.com