lunes, mayo 15, 2006

A propósito de la migración

A.D.F.

…si los países receptores no necesitaran a los emigrantes, el flujo se habría detenido por sí mismo de la misma manera en que comenzó. Es elemental…

Las migraciones existen desde que la humanidad es y no han significado problema alguno hasta que se inventaron las fronteras, con ello el celo, y sólo se le atribuye su supuesta maleficencia cuando la inseguridad de un pueblo es dirigida con alevosía hacia los extranjeros, a los que se les achacan los problemas que los nativos no pueden solucionar. Los griegos no consideraban ciudadanos a los que no nacían en la metrópoli, los romanos consideraban un peligro a los ‘bárbaros’ del este y del norte, a los alemanes los hicieron creer que los judíos eran responsables de la debacle después de la Primera Guerra Mundial, luego fueron los turcos los lapidados ante la depresión post guerra; los franceses piensan que los musulmanes que viven en los cinturones de pobreza de las grandes urbes son los responsables de la delincuencia, tanto como en España los africanos del norte son vistos con recelo y agredidos en las calles.

En América se encuentra la frontera más transitada del planeta. El gigante del norte recibe diariamente a más de tres millones de personas que legalmente cruzan la frontera, pero también un gran número, calculado en miles, quienes arriesgan día a día su vida para hacerlo sin que la Patrulla Fronteriza y los fanáticos nacionalistas Minute Man los detengan. El gran tránsito de la línea fronteriza es el fenómeno natural que viene de la mano con la desigualdad de los países colindantes, así sucede aquí, en Asia, en África o en Europa, regiones en las que las potencias económicas reciben forasteros en busca de oportunidades pues en sus países no las hayan.

Más allá de la necesidad de las personas, también está la de la mano de obra. Si los países receptores no necesitaran a los emigrantes, el flujo se habría detenido por sí mismo de la misma manera en que comenzó. Es elemental.

La migración tiene diversos orígenes, muy complejos todos ellos: Uno es la misma era de modernidad en la que vivimos, aquella que nos venden como la que solucionará los problemas del todo el mundo, pero que mientras tanto (si alguna vez lo hace), produce sobrantes humanos al por mayor. Las mismas víctimas del desperdicio por el fracaso del modelo son culpados de los problemas que este crea, acusados de delincuentes, vividores, y peor aún, de atentar contra una ‘cultura’ que –en el caso de los Estados Unidos- se inventaron para justificar su propia migración hacia el siglo XVII.

Culpar a los recién llegados de los problemas que un país cono Estados Unidos vive, es la respuesta más fácil y absurda que sin embargo es bien recibida por los grupos que sólo atienden a quien dice lo que quieren escuchar y que muestran así la estreches de sus mentes. La reproducción del mito del destino que magistralmente describió Kart Popper, es posible gracias a la limitada visión de las alas conservadoras que encuentran en los absolutos morales y en la fe de sus creencias, el motivo suficiente para atacar y negar los derechos fundamentales a los migrantes latinoamericanos que no solo pasa por la construcción de un muro, sino de negaciones fragantes a los derechos humanos que se ufanan de defender, como el habeas corpus (el derecho a ser presentado ante un juez luego de ser detenido para defenderse y conocer la acusación).

Estados Unidos y Francia son casos separados por la distancia pero unidos por una explicación que permite entender mejor lo que pasa. Dos potencias en sus regiones que atraviesan de manera simultánea recesiones económicas que amenazan el estilo de vida que pregonan por el mundo, aunado a la incapacidad de sus gobernantes para designar el rumbo a seguri. Sus fracasos producen ansiedad, explica Zygmunt Bauman en Amor Líquido, por la sensación de precariedad que sus habitantes sienten, la misma que se transforma de manera maniquea en temor por la seguridad personal. ¡Los inmigrantes te van a robar!, se convierte en el discurso dominante mismo que escala su gravedad conforme los políticos buscan el voto conservador, el más poderoso política y económicamente en todos los países. Y ninguna pasión roba a la mente de sus poderes de actuación y razonamiento, dice Burke, como el miedo. Así no llegamos a ninguna parte.

Pero mientras vivamos en un mudo esférico, el cual, como observó Emmanuel Kant, no permite otro lugar a done ir, estamos obligados a “vivir en proximidad y compañía de los otros”. Así, es obligación nuestra exigir el respeto de los conciudadanos que viajan a otras naciones, también de respetar a los extranjeros que llegan, pero más importante aún, ver más allá del ‘muro’, que el problema de la migración es global, permanente y las fobias que se crean a su alrededor, amenazan por igual a países como los nuestros porque somos víctimas y a la vez victimarios del flujo de la humanidad.

alfredo.diaz.f@gmail.com